viernes, 22 de mayo de 2009

‘Los viajes del viento’: elogio a la desilusión

Los viajes del viento, película de Ciro Guerra, fue seleccionado para participar en el renombrado Festival de Cannes y nos da un paseo, en burro y a pie, por la zona norte de Colombia, desde Majagual (Sucre) hasta Taroa (Guajira). Indiscutiblemente, es una nueva propuesta que muestra de forma explícita la multiculturalidad y hermosura de los paisajes de Colombia. Un film que deja ver más allá de la cara del narcotráfico, la violencia o la problemática social. Una cara poco conocida en Europa.

La agencia AFP publicó: “'Los viajes del viento', de Ciro Guerra, un apasionante recorrido por la música y la geografía del norte de Colombia, fue saludada el jueves con bravos y una intensa ovación de pie en el Festival de Cannes, que la presentó en la selección oficial Una Cierta Mirada”.

No hay que desconocer las bondades del film de Guerra; Pero… La película, desde la primera escena, hace un elogio a la desilusión. La muerte está presente de principio a fin y la música es el telón de la tragedia.

El ver un acordeón con cachos genera múltiples interpretaciones, su cartel es verdaderamente prometedor y aun más cuando es orientado por una frase que dice “El diablo perdió algo y volverá por él”.

A los colombianos nos enseñan a no esperar nada; pero esta película, por su elección para Cannes, prometía ser un producto fílmico excelente. A pesar de que la crítica es muy subjetiva, es evidente que el principio de la película, la riqueza visual que da el recorrido propuesto en la argumentación y las abundantes historias de esta región daban para más.

Ignacio Carrillo, un juglar tradicional, recorre la diversidad cultural de la Región Atlántica con Fermín, un joven que quiere ser aprendiz de juglar. Se muestran unos paisajes de postal; pero, se muestran desde la desilusión y la miseria y, lo que parecía ser el centro de la historia, los mistos y las leyendas desaparecen.

Ya sentados frente a la pantalla gigante, hay que enfrentar la realidad, esta historia quería ser el ‘Ingenioso Hidalgo’ de Majagual. Se intentó, eso es lo bueno, aunque perdió el rumbo. Las aventuras no fueron aventuras, Ignacio no fue hidalgo, aunque si un gran juglar, y la sabiduría popular del Sancho de Cervantes, Fermín no la tenía.

Ahora, al César lo que es del César y a la fotografía, el casting, la actuación natural, la música y los paisajes de nuestro país aplausos y admiración; qué lástima que toda esa riqueza no se explotara para contar una buena historia de principio a fin.

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